El Bosque Negro

Un lugar oscuro y tétrico, bañado por la luz roja del cielo, lo cual no hace si no parecer más amenazadoras las ramas negras. No hay camino posible, solamente algún claro abandonado y la ruta que hallas de seguir has de encontrarla tu mismo.[/b]

Percivió la presencia de un ángel en su reino y se acercó, con curiosidad, saliendo de entre los árboels con su majestuosa figura. Observó a Léah con curiosidad, reluciendo sus ojos ambarinos como el oro bruñido. Finalmente dijo:

- Vaya, vaya, vaya... ¿qué hace un ángelito en el Infierno?

Una sonrisa irónicas afloró levemente a sus labios, pequeña pero perturbadora, mientras sus ojos amarillentos seguían clavados en el ángel femenino que había osado entrar en sus terrenos. Se fijo en sus alas, blancas, por lo que no podía ser una caida.

- ¿paseabas? Que casualidad... yo también.

Notó una presencia familiar tras él. Se volvió levemente, para distinguir a Gabriel saliendo de entre los árboles negros y de hojas marchitas que conformaban el único bosque capaz de crecer en el Infierno. La armadura del arcángel era reluciente, hermosa incluso en la oscuridad.

- Vaya, parece que hoy es día de visitas. ¿A que se debe tu presencia aquí, Gabriel?

Se rió socarronamente, mirando a Gabriel con un deje de diversión fría en las pupilas rasgadas.

- No creo que estes en posición de exigir nada, Gabriel. Por lo que a mí respecta, ahora, ambos estáis en mi poder.

Se acercó al ángel que estaba en el suelo, cogiendola por la barbilla, para mirarla a los ojos. En aquellos dos iris claros percivió una fuerte luz. Una lastima que eso no les sirviera de ayuda en esos momentos.

Apreció los musculos del cuello de Gabriel tensos bajo su mano, pero, lejos de aflojar la presión de sus dedos sobre la piel, la intensificó un poco. Se percató del intento de distraerlo y de cómo, el arcangel quería que la otra se fuera. No hizo nada respecto a esto último, desinteresado, pero decidió seguirle un poco el juego a Gabriel.

- No tiene por qué serlo.

- Pero no lo hizo que, a fin de cuentas, es lo que importa - puntualizó Lucifer, sin soltar a Gabriel -. Por cierto, si vas a irte, vete ya.

Aquello iba diriguido a Léah. Sus ojos no se habían movido del rostro de Gabriel. ¿A caso aquellos dos angelitos creían que podían engañarle? Oh, aún quedaba mucho tiempo para que nadie, ángel o demonio, pudiera engañarle. Creerse capaz era un error que muchos habían cometido y pagado caro.

El Demonio ladeo la cabeza, de la cual surguían dos cuernos, simbolo de su condena y su rebelión contra Dios, siglos atras. ¿Desde cuando Gabriel era tan ingénuo? Claro, había una vida en juego. Entonces todos los angeles se montraban más bien ingénuos y desafortunados.

- ¿Por qué habría de hacerlo? - quiso saber -. Como ya dije antes, estáis en mi poder y no hay muchas oportunidades de matar a un arcángel, ¿no crees?