Moscu [Rol privado]

ROL PRIVADO entre "Samael" y "Dámian". dentro del rol privado no se permiten secuestros y quien quiera intervenir debe pedir permiso.

Será mejor que vengáis abrigados, Moscú es la capital de Rusia donde hace siempre frío, incluso en invierno. Aunque no hay que negar las hermosas vistas de la Plaza Roja, por ejemplo...

La plaza se encontraba desierta, como una estampa de un cuento de hadas, nevada, con las extrañas formas arquitectónicas resguardándola del resto del mundo, como si los hombres de aquella ciudad quisiesen decir que eran únicos. Ciertamente, cada humano era único, diferente al resto. Los conocía bien. De hecho aquel día había bajado al mundo terrenal para cumplir un nuevo encargo, cierto ministro que se traía entre manos demasiadas armas...

Giré la cabeza al sentir otra presencia en la plaza, estaba hecho de una esencia que no era humana, sino superior. Sin embargo no era un ángel, además de ser poco probable que dos ángeles se encontrasen en la Tierra a ala vez, por lo que sólo quedaba otra alternativa, y no me gustaba demasiado.
Lo seguí entre las callejuelas, más por curiosidad que por otra cosa, no estaría mal divertirse un poco una vez que ya me encontraba allí, hasta que se paró.

Sonreí desde las sombras, al reconocer Damián, así que di unos pasos adelante, dejándome ver.

- ¿Qué haces tú por aquí?- agarré la cruz de la espada, por precaución.

Vigiló con cuidado los movimientos de Samael, cerrando los dedos sobre el puño de la daga al ver que él tomaba su espada.

- pasear - comentó con finguida tranquildiad -. ¿a caso está prohibido ahora tomar un poco el fresco? Viniendo de vosotros no me extrañaría la verdad...

Enarqué una ceja, incrédulo.

- Tratándose de ti dudo mucho que tan sólo estés paseando tan lejos de tu casa... ¿qué demonios haces aquí?- volví a preguntar.

- No es de tu interés...- respondí, haciéndole saber que era superior a él, aunque no fuese verdad.- Si te aburres lo mejor es que vuelvas a Madrid... allí te tenemos más vigilado ¿no te importa, verdad?

- Creo que sobrevivirás a una ola de calor...- respondí, obviamente- y todavía no me has respondido honestamente a mi pregunta ¿qué haces aquí?

Acaricié con ternura la espada, a modo de advertencia.

- Para que no tenga que desconfiar.- respodí- ya sabes que no me fío de ti.