No puedo evitar fruncir ligeramente el ceño, decepcionada, al escucharle; lamentablemente nunca había tenido demasiada paciencia para estas cosas: era un espíritu inquieto, salvaje, siempre en movimiento.
Sin embargo me inclino en una breve reverencia.
- Como deseéis - sonrío al escuchar su comentario acerca del tiempo, y observo con complacencia el cielo negro que se distingue a través de los altos ventanales - Sí... soplan vientos de cambio, y eso me gusta - me yergo antes de añadir: - En tal caso, mi señor, sería mejor que por esta vez me retirara a descansar, si me dais vuestro permiso...